Lápiz, 187-188 Revista LÁPIZ, Noviembre-Diciembre, 2002 pp. 76-83
Eva Hesse y Bridget Riley son artistas difícilmente parangonables, aunque su posición dentro del espacio de la autonomía estética de la “modernidad” y su obsesión por las verdades universales, los valores absolutos, la pureza estética, y como afirma Carol Duncan , su consideración de la heterosexualidad masculina como el tópico definidor de la creatividad artística, las hizo compartir ciertos aspectos comunes. Las dos renunciaron a adoptar una temática específicamente femenina, las dos asumieron probablemente la “mentira liberal” de que el “sexo”, al igual que la “clase” y la “raza”, formaba parte del conflicto ideológico de las sociedades modernas que había que eliminar para que el arte quedase preservado del capitalismo. Pero, como se ha dicho, sus posiciones al respecto fueron radicalmente distintas. Bridget Riley, que rechazó la consideración de “artista mujer”, no tuvo reparos en afirmar que las artistas necesitaban la “histeria” del feminismo tanto como un agujero en la cabeza . En cambio Eva Hesse, que nunca fue una feminista declarada y que trabajó con el temor de plasmar trazos femeninos en su arte hasta el punto de afirmar “la mejor manera de acabar con la discriminación en el arte es el arte. La excelencia no tiene sexo”, desarrolló un lenguaje cuyas formas aparentemente minimalistas escondían una gestual presencia corporal femenina.